Rodrigo Balassiano, especialista en fondos estructurados y atento observador del escenario macroeconómico, destaca que los fondos estructurados han enfrentado una nueva realidad ante las transformaciones globales ocurridas en los últimos años. La combinación de inflación persistente, oscilaciones en las tasas de interés, tensiones geopolíticas y cambios en el comportamiento de los inversionistas ha puesto presión sobre las estructuras tradicionales de inversión, exigiendo adaptaciones rápidas y estrategias más sofisticadas para preservar resultados y atractivo.
Fondos como los FIDCs, FIPs y FIIs, antes considerados vehículos robustos para la asignación de recursos a largo plazo, han pasado a operar bajo un mayor escrutinio, tanto regulatorio como de mercado. La volatilidad externa interfiere directamente en los indicadores de riesgo, en el apetito por crédito, en la valorización de activos y en la propia gobernanza de estas estructuras. El resultado es un entorno que exige mayor transparencia, flexibilidad y eficiencia operativa.
Sensibilidad de los fondos estructurados al entorno macroeconómico
A diferencia de los fondos líquidos o indexados a benchmarks simples, los fondos estructurados poseen carteras compuestas por activos complejos, muchas veces ilíquidos, cuya valorización depende de factores económicos específicos y de largo plazo. Por ello, cambios repentinos en las condiciones macroeconómicas afectan de forma significativa el desempeño de estos fondos.
Según Rodrigo Balassiano, en periodos de tasas de interés elevadas, por ejemplo, el costo de capital aumenta, haciendo que la estructuración de fondos sea menos atractiva para nuevos aportes y más costosa para originadores de crédito. Además, el riesgo de morosidad en los FIDCs se intensifica, ya que empresas y consumidores enfrentan mayores dificultades para cumplir con sus compromisos.
La desaceleración económica también impacta la generación de caja de los activos invertidos por los FIPs, reduciendo los retornos esperados y comprometiendo estrategias de desinversión. Por su parte, los FIIs, especialmente aquellos enfocados en inmuebles corporativos, pueden sufrir con alta vacancia y revisión de contratos, presionando los rendimientos distribuidos a los cotistas.
Reacciones del mercado y adaptaciones de los gestores
Ante este escenario, los gestores de fondos estructurados han buscado nuevas formas de mitigar riesgos y garantizar la estabilidad de las carteras. La diversificación de activos, la revisión de criterios de elegibilidad, el fortalecimiento de garantías y la renegociación de condiciones con cedentes y arrendatarios son algunas de las prácticas adoptadas para proteger el patrimonio de los cotistas.

De acuerdo con Rodrigo Balassiano, los gestores mejor preparados han redoblado los esfuerzos de análisis de crédito y control de riesgos, invirtiendo también en tecnología e inteligencia de datos para tomar decisiones más informadas. La gobernanza ganó protagonismo, con mayor atención a la actuación del administrador fiduciario, al cumplimiento de las normas de la CVM y a la transparencia en la comunicación con los inversionistas.
Además, los fondos con estrategias más especializadas —como FIDCs sectoriales o FIIs orientados a nichos con mayor demanda, como logística y salud— tienden a demostrar mayor resiliencia. Esta especialización permite una gestión más eficiente de los activos y una lectura más precisa del entorno económico en el cual están insertos.
Cambio en el perfil del inversionista y demanda por previsibilidad
Las transformaciones económicas globales también han alterado el perfil y comportamiento de los inversionistas. Muchos han comenzado a buscar activos con mayor previsibilidad, liquidez y protección contra la inflación, presionando a los fondos estructurados a ofrecer más claridad sobre su política de riesgos y estructura operativa.
Rodrigo Balassiano observa que la confianza se ha convertido en un activo aún más valorado. Fondos con historial de estabilidad, gestión transparente y comunicación efectiva con los cotistas logran mantenerse relevantes incluso en ciclos adversos. La demanda por informes gerenciales más completos, simulaciones de escenarios y herramientas de seguimiento en tiempo real está cada vez más presente.
Los inversionistas institucionales, como fondos de pensión y aseguradoras, exigen altos estándares de gobernanza y cumplimiento normativo, lo que obliga a los gestores de fondos estructurados a mantener un alto nivel de control, adherencia regulatoria y rendición de cuentas.
Perspectivas futuras: la transformación como camino de sostenibilidad
El escenario desafiante también abre espacio para la innovación y la reinvención. Los fondos estructurados se han beneficiado de la digitalización de procesos, la tokenización de activos y la automatización de los análisis de crédito y riesgo. Estas herramientas tecnológicas permiten ganancias de eficiencia y mayor escalabilidad, esenciales en un entorno de márgenes ajustados.
Según Rodrigo Balassiano, los fondos que logren integrar tecnología, gobernanza e inteligencia de mercado estarán mejor posicionados para atravesar periodos de incertidumbre y capturar oportunidades en ciclos positivos. La capacidad de adaptación, por tanto, se ha convertido en un diferencial competitivo decisivo.
Conclusión
Los cambios económicos globales han impuesto nuevos desafíos a los fondos estructurados, exigiendo una respuesta coordinada de gestores, administradores, reguladores e inversionistas. En medio de la presión por desempeño, transparencia y estabilidad, la función estratégica de estas estructuras permanece válida, siempre que vaya acompañada de una gestión técnica y visión de largo plazo.
Para Rodrigo Balassiano, la clave está en equilibrar resiliencia e innovación, manteniendo el foco en la protección del capital y en la generación de valor sostenible para los cotistas. Los fondos estructurados que evolucionen en este sentido no solo resistirán las turbulencias, sino que saldrán fortalecidos para los nuevos ciclos del mercado.
Autor: Denis Nikiforov